GENTES, COSTUMBRES, TRADICIONES, HISTORIAS, FOLKCLORE, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE CASTELLÓN:
Por: JUAN E. PRADES BEL, “Crónicas”, “Humanidades”, (Proyecto: "ESPIGOLANT CULTURA": Taller de historia, memorias y patrimonios).
(Sinopsis): RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR…
"AÑO 1874: OPINIÓN DE "LA ÉPOCA" PARA REFLEXIONAR SOBRE LAS ATROCES CONSECUENCIAS DE LAS LOCAS MENTALIDADES ENDÉMICAS EN ESPAÑA DE GRAN PARTE DE SUS CIUDADANOS, CON CUATRO GUERRAS CIVILES EN 50 AÑOS, MÁS EL BANDOLERISMO Y LAS ININTERRUMPIDAS GUERRILLAS POR ALZAMIENTOS EN ARMAS DE FACCIONES REALISTAS Y CARLISTAS CONTRA LOS LIBERALES".
Escribe: JUAN EMILIO PRADES BEL. ("Las historias escritas que me acompañan, me ayudan a pensar, a imaginar, a vivir, y a experimentar un mundo de vidas muy diferentes a la mía". J.E.P.B.).
INTRODUCCIÓN:
EXPOSICIÓN DOCUMENTAL (sic):
(Documento 1º, fechado en el año 1874):
La Época (Madrid. 1849). 3/10/1874, n.º 8.022. POLITICA. Madrid 3 de octubre de 1874. En vez de haberse contenido con la reprobación universal de la Europa, la barbarie del carlismo va en progresión creciente. Cada día nos llegan nuevas noticias de fusilamientos horribles de personas desarmadas é inofensivas, de actos de ferocidad estúpida tales como emplumar mujeres, de destrozos en las poblaciones y en las vías de comunicación, realizados por el solo gusto de destruir.
- Nuestro colega (del periódico) "El Gobierno" dedica su primer artículo de anoche á llamar la atención hacia el pensamiento patriótico de crear un Museo ultramarino, hacia la reapertura de la Exposición de las provincias del Este, hacia los proyectos de un congreso agrícola, hacia el establecimiento de una escuela teórico práctica de Aranjuez. Quiere además nuestro colega que todos los amantes de la patria consideremos como los temas preferentes de discusión los relativos á la estensión de nuestras playas, que convida al comercio; á las ricas minas de todas clases, que todavía no han sido esplotadas por estranjeras manos; á la abundancia de nuestros caldos, que imposibilita la reunión de dos cosechas, habiendo puntos productores en que se tiran los vinos por carecer de suficiente pipería para contenerlos; á los felices resultados que han producido las tentativas para el cultivo de la remolacha, de la caña de azúcar y de las moreras; á los montes desperdiciados hoy; á las corrientes de agua perdidas; á la vasta estension de terrenos incultos, en tanto que los brazos útiles emigran á otros pueblos mas afortunados.
- Sentimos muchísimo que la oportunidad no sea una de las cualidades del artículo del periódico “El Gobierno”, y que no nos sea posible agregar nuestro voto al suyo para la designación de los temas que hoy deben preferir los buenos patriotas. Pero mientras la guerra civil exista con el carácter de salvajismo que los carlistas tenazmente le imprimen, el principal tema debe consistir un día y otro en la protesta universal contra una lucha de vándalos que nos deshonra, al mismo tiempo que nos arruina. No hay lugar para los idilios en medio de espantosas catástrofes trágicas. No hay que pensar en desarrollos del comercio, cuando diariamente aumenta el número y la estensión de las vías de comunicación inutilizadas. No hay cultivo de remolacha ni de caña de azúcar que pueda ni deba distraer el espíritu público del peligro que corren las personas y las ciudades, amenazadas por las correrías de los facciosos.
- Si (el periódico) “El Gobierno” se limitase á aconsejar que no se pierda en debates prolijos y cansados sobre la homogeneidad y la conciliación, sobre el interminable deslinde de los partidos revolucionarios y sobre otros temas por el estilo el tiempo que estaría mejor empleado en combatir al carlismo, sus consejos serían más atendibles. Pero el cultivo de los intereses materiales no puede ser antepuesto á las cuestiones políticas, mientras entre estas últimas las haya tales como la guerra civil, que sería por su propia esencia una calamidad inmensa aun cuando los carlistas no la hicieran como la hacen.
- Lejos
de eso, lo que hay que advertir, y que notar, y que procurar remediar en cuanto
sea posible, es la atonía de la opinión pública, que no se preocupa de la
guerra civil tanto como debieran.
- El
abatimiento del espíritu público es un hecho que aun mismo tiempo reconocen y
lamentan los ministeriales y los oposicionistas; y no es efecto, ciertamente,
de que los carlistas no traten de escitarlo por los medios mas violentos.
- Los
carlistas tienen toda clase; de exigencias respecto de las personas, de los
pueblos, de los ramos administrativos,
de los bienes inmuebles, de las opiniones profesadas; y para todo lo que se les
antoja exigir, solo conocen una sanción penal; la pena de muerte para los
hombres, y la destrucción para las propiedades.
- Desde
lo que los facciosos llaman reales órdenes hasta los bandos de cualquier
cabecilla que manda cuatro aventureros, todos sus documentos se reducen á la
amenaza de matar y de aniquilar. No solo quien les desobedezca en lo más
mínimo, sino todo el que no se les una para sus fechorías, es, para ellos,
merecedor del último suplicio: no solo lo que les estorba para sus operaciones
militares, sino todo lo que encuentran á su paso, les parece digno de sus
vandálicos furores.
- Fusilan
á los prisioneros so pretesto de represalias; fusilan á los prisioneros cuando
se cansan al hacer marchas forzadas; los quintan y los fusilan sin que se sepa
por qué, como en Olot y en Vallfogona; los fusilan cuando no pueden
custodiarlos. Fusilan cuando ya debería haber cesado el furor del combate, pero
poco después de este, y fusilan también
á sangre fría muchos meses después de haber reducido á prisión á sus víctimas.
Asesinan á los empleados de correos porque conducen la correspondencia; á los maquinistas
y fogoneros de los ferro-carriles, porque van en sus puestos; á los pasajeros,
sean hombres, mujeres ó niños, porque viajan; á los voluntarios que caen en su
poder, á pesar de que ellos se llaman á sí mismos voluntarios; á los hermanos,
á los padres, á los hijos de nuestros oficiales y soldados. Apalean, empluman,
atan á la cola de los caballos á la pobre muchacha que va á buscar colocación
en las ciudades en que el carlismo no puede poner la planta; á las mujeres
embarazadas que tienen vínculos de parentesco con liberales; á los alcaldes y concejales
que no se apresuran á satisfacer sus tiránicos caprichos. Hacen fuego sobre las
infelices lavanderas que se separan para ganar su reducido jornal, de las
cercas de algunas capitales, como si fueran enemigos armados.
- Levantan
las barras-carriles en los caminos de hierro, incendian las estaciones,
inutilizan las locomotoras, destrozan los coches, no solo cuando pudieran creer
que para sus operaciones militares podrían serles útiles esos actos, sino
también sin motivo ni protesto. Para ellos no hay más operaciones militares que
el afán de destruir. Los carlistas no atacan las ciudades para adelantar su
línea de ataque contra el ejército nacional, sino para entregarlas al degüello
y al saqueo, y abandonadas en seguida.
- Sus
expediciones, no se hacen para llevar su bandera de guerra á nuevas comarcas en
donde se pueda sostener, sino solo para exigir cantidades de dinero, secuestrar
personas ricas, y estender por donde quiera la devastación y la
desmoralización, y dejar rastros de sangre y ruinas.
- Inútil
sería tratar de hacer comprender lo vituperable de tales fechorías á los muchos
aventureros que, como no puede menos de suceder, se acogen á las banderas de los
insurrectos. Nadie deja de comprender cuál es la causa de que la diferencia
entre la población ordinaria de los establecimientos penales, y la que hay en
esta época de guerra, sea de muchos millares de individuos.
- Para los que hacen la guerra por la guerra, y prefieren al trabajo pacífico el merodeo y el botín, claro está que toda reflexión es inútil. Pero entre los carlistas armados, que pretenden tener á su cabeza un rey y un gobierno regular, y que tienen su principal asiento en comarcas en donde los vecindarios enteros los favorecen por fanatismo, ó por pasión política, o por espíritu de provincialismo, pero no por mero espíritu de bandolerismo, debería haber quienes pusieran algún correctivo á los desmanes bárbaros que cotidianamente se cometen por los defensores de su bandera.
- ¿Pretenden
los carlistas
dominar sobre sus ruinas? ¿Quieren destruir y degradar el país, en que tratan
de levantar el trono de la monarquía absolutista? ¿Obran solamente por despecho
y por venganza contra la nación que consideran como su declarada enemiga en
vista de que los rechaza, y de que claramente se ve ya hasta por los más ilusos,
que jamás lograrán dominar en ella? Los furores contra los telégrafos y contra
los ferro-carriles, en los que los carlistas incendian hasta los trenes de
mercancías y los depósitos de objetos de comercio, tienen seguramente su
verdadera esplicacion en el odio á la civilización moderna y el progreso
moderno, manifestado con mucha claridad en repetidas ocasiones; pero ni aun eso
basta ya á esplicar algunos de los actos de barbarie perpetrados por los
carlistas contra personas y propiedades.
- Tampoco
es fácil comprender la conducta de los legitimistas franceses, que tanto horror
á la guerra civil sienten en su patria y que tan locamente fomentan la
sostenida por los carlistas en la nuestra. La pasión política ciega á menudo, y
por eso no es de estrañar que los legitimistas no vean el daño que dentro de
Francia están haciendo á la causa del orden, imposibilitando con sus
exageraciones é intransigencias el restablecimiento de la monarquía; pero por
lo menos parece que deberían ver, cuan indigna de la protección de partidos
políticos, pertenecientes á una nación civilizada, es la conducta seguida por
los absolutistas españoles.
- Pero si á nuestros enemigos no les obliga ni contiene ninguna consideración de patriotismo, ni á sus auxiliares extranjeros ninguna razón de otra clase, los liberales españoles debemos estar unánimes para protestar y para reunir todos nuestros esfuerzos contra un estado de cosas que nos llena de vilipendio ante el mundo civilizado, y nos empobrece y arruina; y perdamos de vista la conveniencia de estudiar y de remover las causas que hagan permanecer en estado de abatimiento el espíritu público, que tan escitado contra el modo de guerrear de los carlistas, debería estar....
ADDENDA: ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS EN EL ARTÍCULO. (POR JUAN EMILIO PRADES):
LA ÉPOCA: La Época fue un periódico conservador vespertino, publicado en la ciudad
española de Madrid entre 1849 y 1936.
EL IMPARCIAL: El Imparcial fue un diario español de ideología liberal editado en Madrid entre 1867 y 1933. Fundado por Eduardo Gasset y Artime, fue uno de los primeros diarios de empresa, en contraposición a los diarios de partido político.
BIBLIOGRAFIA, WEBGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES:
ARCHIVO FOTO-IMAGEN:
Fotografías cedidas por J. E. Prades Bel.
Vistabella. |
Chodos. |
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