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jueves, 10 de noviembre de 2022

AÑO 1880: LA VISITA DE LANDERER A LES MOLES DE XERT.

GENTES, COSTUMBRES, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DEL MUNICIPIO DE XERT:

Por: JUAN E. PRADES BEL, “Crónicas”, “Humanidades”."(Proyecto: "ESPIGOLANT CULTURA"; taller d'història, memòries i patrimonis).

(Sinopsis): RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR…

(Temática): DATOS PARA LA HISTORIA DEL MUNICIPIO DE XERT/CHERT.

(Temática): EN HOMENAJE AL PAISAJE CULTURAL, HISTÓRICO, FOLKLÓRICO, GASTRONÓMICO, Y AL ARGOT AGROPECUARIO AUTÀRQUICO DE LAS MASIAS, LAS GENTES Y LAS CASAS DE LA BARCELLA Y XERT, MEMORIAS 1860-1960. 

“LAS OBSERVACIONES DEL ASTRONOMO, GEÓLOGO Y POLIFACÉTICO CIENTIFICO JOSÉ JOAQUÍN LÀNDERER DE SU VISITA A LA ESTACIÓN PREHISTÓRICA DE LA MOLA DE CHERT, EN 1880”.

Escribe: JUAN EMILIO PRADES BEL. ("Las historias escritas que me acompañan, me ayudan a pensar, a imaginar, a vivir, y a experimentar un mundo de vidas muy diferentes a la mía". J.E.P.B.).

INTRODUCCIÓN: Estancia científica de José Joaquín Landerer en el municipio de Chert en el año 1880.

- José Joaquín Landerer (Valencia, 1841-Tortosa, 1922) fue astrónomo, geólogo y paleontólogo, era un investigador de formación autodidacta, católico y defensor de un pensamiento creacionista, opuesto al darwinismo, evolucionó a posturas transformistas.

EXPOSICIÓN DOCUMENTAL (SIC):

TEXTOS DE LANDERER DEL AÑO 1880: La Ilustración española y americana (Madrid), 30/12/1880, página 9. La Ilustración española y americana. Año XXIV, Núm. 48, Desembre 1880. “EL MAESTRAZGO EN LOS TIEMPOS PREHISTÓRICOS”. La Jana es un pueblecito de la provincia de Castellón, atravesado por la carretera que conduce de Vinaroz á Morella. Al Norte de dicho pueblo, y como á unos seis kilómetros, terminan los depósitos del gran llano mioceno y comienzan las primeras estribaciones de la Muela de Chert, de esa alta meseta que viene á ser por este lado el primer escalón de la inmensa mole montañosa que se extiende por todo el Alto Maestrazgo é invade parte de las provincias de Tarragona y Teruel. De dos grupos principales consta el expresado monte: la Muela propiamente dicha, que es la más elevada, y en cuya vertiente SO. se halla situado el pueblo de Chert, y la Mola murada, así llamada en el lenguaje local, y que no es sino una continuación de la primera hacia su lado occidental. Su constitución geológica comprende los tres horizontes superiores que he establecido en el piso tenéncico, terminándose por arriba con una potente capa de caliza dura y compacta, materialmente cuajada de restos de Requienia Lonsdalei, y cuyo espesor varía entre 25 y 50 metros.

   Los bordes de este banco son escarpes de considerable altura, exceptuando escasos puntos, por donde es accesible, aunque no sin trabajo, la meseta superior. Una vez llegado á ella, el observador descubre uno de los más bellos panoramas del país. La dilatada llanura que en otro tiempo fue fondo de las aguas miocenas; las dislocaciones, denudaciones y roturas que en vasta escala ofrecen las montañas; la naturaleza y el relieve del terreno, todo se presenta, como en síntesis demostrativa, acusando, con el lenguaje persuasivo de los hechos, los grandiosos acontecimientos de que ha sido teatro esta parte de la Península durante la época miocena.

   El suelo de la meseta se presenta en algunos puntos muy resquebrajado, y debió servir de asiento en otro tiempo á bosque de pinos, como se ven aún en las montañas del contorno, constituidas por la misma roca; en otros puntos se halla apenas alterado, pues la caliza es tan dura á la acción destructiva de los agentes de erosión y de denudación, que á pesar de los millones de siglos de que data su conversión en tierra firme, al final de la época tenéncica, no ha llegado á formarse á sus expensas más que una cantidad insignificante de tierra vegetal, en la que crecen raquíticos representantes del romero y del tomillo; de suerte que ni aun los rebaños de los cortijos contiguos, que suelen llegar hasta una fuente situada á corta distancia, suben hasta aquel sitio árido y desierto sino en raras ocasiones. Diríase que la imagen del páramo encuentra allí su expresión más acabada.

   Nada hay allí que pueda llamar la atención del excursionista indiferente á la investigación y al estudio, porque ¿Qué ha de significar para él un montón longitudinal de piedras ennegrecidas por la mano del tiempo, y dispuestas, al parecer, sin orden alguno desde un extremo á otro de la Mola murada?. 

   Pues precisamente lo que esas piedras significan, y lo que con ellas se relaciona, va á constituir el objeto culminante de la presenta reseña. Hacía tiempo que ese montón de piedras, visible desde La Jana, había llamado la atención de su ilustrado párroco D. Ambrosio Sanz, virtuoso sacerdote, que aunque no se ha dedicado al estudio de las ciencias, porque no ha conocido sino muy tarde la importancia de estos conocimientos, efecto de la escasa instrucción científica que se da todavía en casi todos los seminarios de España, manifiesta, no obstante, á la Geología y á sus altas enseñanzas una admiración digna de aplauso, y hace por ellas celosa y activa propaganda entre sus colegas. El nombre de Mola murada avivó más su deseo de conocer de visu el terreno, sospechando que pudiera tratarse de un verdadero muro ó margen de origen desconocido, y decidióse al fin á emprender un viaje de exploración.

   Apenas realizada esta visita, me comunicó sus impresiones; y pareciéndome que los resultados no podían ser más interesantes, resolví personarme sin pérdida de tiempo en el lugar del descubrimiento. Así lo hice, y lo primero que se presentó á mi vista fue el extenso muro que corre trasversalmente de un lado á otro de la pequeña Muela, aislando toda su porción oriental de la región más baja y de la Muela mayor, y dejando cerrado de este modo un recinto que en su borde Norte y Este se halla defendido por el precipicio natural de la meseta, y por el antedicho muro en lo restante de su circuito. Procedí á medir la altura sobre el nivel del mar, levantar un croquis y sacar dibujos de lo más notable. La primera, deducida de observaciones hipsométricas, he encontrado ser de 734 metros. El segundo está representado en la fig. 1ª., y la vista del muro, por el lado exterior, en la 2ª., que lo deja ver en lo alto de la pendiente, mostrando al mismo tiempo el principio del precipicio por uno y otro extremo.

   Como lo indica la fig. 1ª., el murallón AB forma una curva y tiene una longitud de 250 metros. Está fabricado con piedras sueltas colocadas de plano, las cuales han debido ser traídas, en su mayor parte, de las laderas del monte, en donde abundan los derrumbamientos, pues según dejo expresado, el suelo sobre que se halla construido no ha podido proporcionar tantos materiales. Termina al Mediodía antes de llegar al escarpe, lo cual indica la existencia de una abertura ó puerta que daba acceso al recinto su ancho, en la base, es de unos 5 metros, algo mayor que la que tendría en su primitivo estado á causa de las piedras que se han ido desprendiendo desde la parte superior, cuya altura actual varía de 2 á 3 metros. Calculo que la cantidad de piedra acumulada no baja de mil ochocientos metros cúbicos.

   Descúbrense dentro del recinto, un pequeño muro C, y restos de cimientos, formados de piedras simplemente clavadas en tierra, que debieron pertenecer á toscas viviendas. El número de éstas se eleva á más de treinta, pues hay algunas en que los cimientos han desaparecido, y no es fácil deslindar la superficie del emplazamiento, que sólo se marca por una pequeña excavación. Todas son de forma oval, variando algún tanto en sus dimensiones : en las más grandes el eje mayor de la elipse mide seis metros, y el menor tres, mientras que en las más pequeñas el eje mayor mide tan sólo dos metros. Ningún plan de orientación parece haber presidido á su construcción, óraselas considere por grupos, ora aisladamente, pues si bien hay uno de aquéllos en que se encuentran alineadas en una dirección que casi coincide con la meridiana, débese más bien á los accidentes del suelo que allí se presenta con pequeñas depresiones en el mismo sentido.

   Deshecho el murallón por partes en un espacio total de 6 á 10 metros, con el objeto de saber si encerraba algo de interesante, han aparecido en su base numerosos huesos, casi todos en muy mal estado, á causa de no haber sido enterrados á bastante profundidad. Entre los mejor conservados figuran algunos pedazos de tarso y de tibia, una vértebra, y molares de cabra, perro, caballo y corzo. Fuera del recinto se han encontrado diversos instrumentos de piedra, tales como las hachas que he dibujado de frente y de lado en las figuras 4 y 5, y la punta de lanza, vista de frente y en corte, en la figura 3. Las dos primeras son de sílex blanquecino con vetas rojizas; la segunda, de diorita negruzca. Estas hachas son muy abundantes en el país.

   Inútil parece consignar que acerca de semejantes construcciones no se conserva tradición alguna, dado que nada tienen de común, ni por su naturaleza, ni por sus condiciones, que podríamos fundadamente llamar estratégicas, con las obras que en el Maestrazgo subsisten todavía del tiempo de la dominación sarracena, ni con las de la romana, en cuyas edificaciones presidia bien distinto plan, debiéndose, por consiguiente, buscar el origen de aquéllas en época mucho más remota. No es difícil encontrarlo estudiando la marcha y el modo de ser de las primitivas sociedades durante los tiempos de la piedra pulimentada. Desde luego no puede menos de sorprender la similitud de circunstancias que concurren entre las construcciones de que se trata y los recintos defensivos de la América del Norte. En la región central de los Estados Unidos ocupan estos recintos fuertes posiciones naturales, citándose entre los más notables el de Bourneville. Hállese construido sobre una colina aislada, de más de 400 pies de elevación, con sus lados escarpados, y en diversos puntos completamente inaccesibles. Las defensas consisten en un muro de piedra que circuye á la colina un poco más abajo de la cima. En los sitios en que mejor se conserva tiene de 15 á 20 pies de ancho, y de 3 á 4 pies de altura, lo cual denota que en su primer estado la altura vendría á ser de g pies, con otro tanto de base. En el interior de algunos de estos recintos existen muchos ánulos ó círculos de piedras, que son los cimientos de antiquísimas viviendas; habiéndose observado que junto á las mismas, ó muy cerca de ellas, existe siempre alguna fuente natural. El estudio de estos monumentos de las antiguas tribus americanas conduce á concluir que datan de unos tres mil años.

   Es imposible dejar de descubrir entre estas defensas y las de nuestro territorio una notable analogía. Naturaleza de las construcciones, posición inexpugnable de recinto, forma de las viviendas interiores, existencia del agua en sus inmediaciones, todo se aúna para demostrar la semejanza de plan que en unas y otras ha debido intervenir. Por lo que concierne á la antigüedad de la nuestra, no cabe duda que ha de ser muy superior á las del Nuevo Mundo, toda vez que aquélla pertenece á la edad de la piedra pulimentada, como lo acusa la presencia de las hachas. Conviene añadir, para mayor ilustración de lo que precede, dos hechos que no carecen de importancia, á saber: la presencia de restos de corzo, rumiante desaparecido de tiempo inmemorial en el país, y las particularidades que ofrece la marcha general de las primitivas tribus, que, partiendo del extremo Oriente, se han diseminado sobre toda la tierra; de donde resulta que una misma fase del progreso humano debe ser tanto más reciente cuanto más lejos de los centros asiáticos de dispersión se haya manifestado. Si, pues, los aborígenes de nuestro país, por razón de su proximidad relativa á aquellos centros, han atravesado las fases de su historia con anterioridad á los de regiones más distantes, como la América, es evidente que una misma manifestación debe ser más antigua en las comarcas del Viejo Mundo que en las del Nuevo. Es así que las edificaciones de la Muela se relacionan con las edades neolíticas; luego su gran antigüedad resalta más todavía. Debe deducirse, además, que la forma de estas construcciones arranca en la edad de la piedra pulimentada y se ha continuado sobre la tierra hasta una época que se da la mano con la histórica. El hecho de encerrar restos de animales el muro de la Muela, y los del nuevo continente no prueba que en las primitivas emigraciones de los pueblos se iban modificando algunas de sus costumbres, como sucede siempre que el tiempo y el espacio dejan sentir su poderosa influencia.

   Con estos datos, fácil es formarse idea del género de vida de los antiguos habitantes del Maestrazgo, máxime si se tiene en consideración la luz que acerca de un género análogo arroja el estudio de las costumbres de los salvajes modernos, como, por ejemplo, los esquimales y los de la Oceanía, muchos de los cuales se hallan en plena edad de piedra pulimentada ó conocen apenas los metales, sirviéndose de instrumentos completamente idénticos á los que empleaba el hombre prehistórico de Europa. En la Muela de Chert un pueblo bastante numeroso fijó su residencia durante un largo trascurso, pues la obra defensiva excluye la posibilidad de tribus nómadas.

   No es dado determinar á que objeto obedeció el enterramiento de animales debajo del murallón, á no ser el de sacrificarlos en holocausto antes de proceder á la fundación de las viviendas y á la obra de fortificación del recinto; costumbre que pudiera encontrar puntos de semejanza con otras más ó menos cruentas que los salvajes contemporáneos conservan todavía. El rigor del clima en invierno, sobre todo á causa de los vientos helados del Norte, que en aquellas alturas soplan con extrema violencia, se halló un tanto mitigado por los bosques á la sazón existentes: pero, así y todo, el frío debió ser intenso, y parecería á primer a vista extraño que el hombre hubiese elegido para su residencia un lugar tan desapacible, si, por una parte, la necesidad de buscar puntos fácilmente defendidos no estuviera tan manifiesta; y por otra, ejemplos análogos no nos enseñasen que  otros pueblos de las mismas épocas vivían del propio modo en parajes fríos, al abrigo de simples resguardos naturales.

   La primera vez que la noticia del descubrimiento hecho sobre la Muela de Chert corrió por el Maestrazgo, despertó, como era natural, la admiración y la curiosidad de muchos, y lo que sería muy poco natural, si no se tratase de un país tan atrasado como el nuestro, la hilaridad de no pocos; hasta tengo entendido que al corresponsal de un diario que se publica en una capital no lejana sirvió la noticia de asunto para algún párrafo humorístico. Bien lejos estarían, por cierto, de sospechar los que reían que hubiesen vivido en pleno salvajismo sus antepasados, admitido que, como parece lógico inferir, los actuales moradores han de ser en gran parte descendientes por línea directa de los antiguos. Cito estos detalles como muestra del estado en que se encuentra la instrucción en nuestra patria; estado contra el cual vengo haciendo en estas columnas una cruzada incesante, poniendo de relieve las causas que lo motivan y deplorando que no llame la atención tanto como fuera de desear, sobre todo de la prensa, que sería un poderoso resorte par a conseguir el resultado. Es innegable que, si no se aplica pronto y eficaz remedio, con un sistema racional, sencillo y práctico, que se halle á la altura de las necesidades de la época, España irá quedando, de cada vez más, aislada del concierto científico europeo.

JOSÉ J. LANDERER.

ADDENDA: ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS EN EL ARTÍCULO. (POR JUAN EMILIO PRADES):

BIBLIOGRAFIA, WEBGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES:

- Micó Navarro, José Antonio: “José Joaquín Landerer y sus observaciones sobre el yacimiento arqueológico de la Mola murada de Xert”.  chert.atspace.cc de Julián Segarra Esbri.

- LANDERER, JOSÉ J. (1872): Monografía paleontológica del piso áptico de Tortosa, Chert y Benifazá, Madrid, Casa de Don Carlos Bailly-Baillière, 1872.

ARCHIVO FOTO-IMAGEN:




El meu cosi Vicent Doménech Bel.

















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